Seligman introduce el concepto de “indefensión aprendida”, que es un tipo de comportamiento que aparece cuando una persona es incapaz de reaccionar frente a situaciones dolorosas, creyendo que no tienen control sobre la situación que les está tocando vivir y que les causa un daño físico o psicológico. Así, estas personas se inhiben mostrando pasividad para modificar las circunstancias de la vida.
Los seres humanos se acostumbran a vivir mal, de tal manera que aún cuando las condiciones cambian, el chip diseñado por sus experiencias anteriores, indica reacciones de acuerdo a esas vivencias desafortunadas. Si hubo temor y ya no existen motivos para temer, el condicionamiento o indefensión aprendida hace que sucumban bajo el temor. Las personas que se muestran incapaces de ver soluciones a los problemas que se presentan poseen en alguna medida indefensión.
El discurso negativo en lo cotidiano, el haber intentado lograr algo y haber fallado infinitas veces, las condiciones desfavorables en el contexto, hacen que una persona se vuelva cada vez más pesimista acerca de sí misma y de su realidad. Lo cierto es que nadie nace pesimista, los seres humanos que se plantean con un discurso negativo sobre sí mismos y el contexto, aprendieron ese discurso. Tal discurso no es innato.
La pregunta es, ¿se puede superar la indefensión aprendida?
Si se puede aprender, se puede desaprender y volver a aprender. Son premisas en los procesos de aprendizaje de conocimiento en cualquier área o ámbito. El condicionamiento hará que aprender lo nuevo sea más costoso, pero se puede lograr cambiar las premisas con esfuerzo y un acompañamiento adecuado.
En principio es importante mencionar la prevención de todo tipo de indefensión que se puede aprender. Los más pequeños deben recibir desde temprana edad un mensaje coherente, que no esté viciado de exitismo, pero que sea alentador siempre. Está comprobado científicamente que la repetición de pensamientos y acciones positivas, pueden establecer nuevas conexiones cerebrales que estimulen emociones positivas y esto es lo que produce felicidad. El ser humano con emociones positivas logra sortear obstáculos en la vida y procesar los sufrimientos con menor dificultad que si sería preso del pesimismo.
En segundo lugar se pueden cambiar las premisas de la indefensión aprendida con pequeñas acciones:
- Admitir que se puede cambiar y disciplinarse en el pensamiento positivo. Poder frenar los pensamientos negativos es una rutina que debe ser fortalecida para cambiar las premisas de indefensión. Si antes se pensaba: “siempre arruino todo”, “nadie me aprecia”, “no soy bueno para esto o aquello”, se debe invertir el discurso y creerlo. Vigilar las palabras que se emiten sobre uno mismo es un ejercicio fundamental para superar la depresión que causa quedar paralizado frente a las situaciones adversas. De hecho fomentar la resiliencia es un ejercicio. No nacen las personas resilientes. Aprenden a serlo.
- Cambiar con los hábitos que hacen daño. Es importante evitar el encierro o permanecer en lugares oscuros que facilitan la aparición de la angustia o la ansiedad y tristeza. Salir a disfrutar del sol o compartir con amigos, practicar deportes al aire libre, representan desafíos que deben animarse a hacerlos para vivenciar la experiencia de superación.
- Percibir el mundo, o sea lo que los rodea de manera diferente. Creer que existen otras realidades posibles: salir de la autocompasión o el papel de víctima para plantearse como en un papel diferente. Se trata de hacer las cosas de otro modo para obtener resultados diferentes.
Sobre todo se precisa identificar que se ha caído en un proceso de indefensión para poder superarlo. El ser humano tiene una identidad dotada de la capacidad de superación. No ha nacido para sucumbir, sino que elige sucumbir y quedar esclavo de sus miedos, temores, enojos, tristezas, ansiedades. Es hora de ser libre y comenzar a procesar las emociones de una manera diferente. El ser humano fue diseñado para lograrlo.
Lorena Leiva
Prof. En Ciencias de la Educación.