Diego Orlando Spagnuolo, exdirector de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), atraviesa días de incertidumbre tras el escándalo que lo apartó del Gobierno. Según relató a personas de su entorno, un emisario del gobierno nacional le ofreció abogados, aunque decidió no aceptarlos. Aun así, reconoce que se siente solo, bajo presión y con miedo por su seguridad.

En conversaciones reservadas, Spagnuolo osciló entre la bronca, la tristeza y la sensación de haber sido traicionado en sus vínculos con Javier Milei, su hermana Karina, los Menem y la ministra Sandra Pettovello. Sus amigos aseguran que su idea era limpiar todo lo que funcionaba mal y volver al ambito privado con su estudio jurídico. Pero todo cambió y con la difusión de los audios, piensa presentarse como “imputado colaborador”, es decir, bajo la figura de arrepentido.

La investigación judicial avanza en los tribunales de Comodoro Py, con los fiscales Carlos Rívolo y Franco Picardi, y el juez Sebastián Casanello. Spagnuolo no fue imputado, pero el propio Gobierno sospecha de quién pudo haber grabado y filtrado las conversaciones que salieron a la luz: desde sectores kirchneristas hasta consultores como Fernando Cerimedo y su entorno.

Los allegados del exfuncionario sostienen que se siente utilizado y que, tras denunciar irregularidades en licitaciones, quedó expuesto como único responsable. “Está cagado hasta las patas, no sabe a qué atenerse”, confiaron a La Nación.

Spagnuolo asegura que transmitió sus inquietudes a Pettovello y que finalmente fue Karina Milei quien le cerró el acceso al Presidente. “Si yo hablo, armo un quilombo padre”, habría dicho a su círculo más íntimo, convencido de que su salida fue más política que administrativa.

En este clima de sospechas cruzadas y acusaciones internas, el exfuncionario decide sus próximos pasos. Entre el silencio, la desconfianza y la amenaza de un juicio que lo podría complicar, Spagnuolo se convirtió en una figura incómoda para el oficialismo.