“Gildo Pullaro” le dijo la diputada Amalia Granata al gobernador por haber reformado el jueves la Corte Suprema de Justicia desde el poder Legislativo que controla el poder Ejecutivo.
Montesquieu sostenía que para que no se haga un uso arbitrario del poder del Estado, éste debía tener separadas sus funciones (judicial, legislativa y ejecutivas). Así se garantiza la protección de los derechos y libertades de los ciudadanos frente al absolutismo estatal. Piensen que en el Siglo 18 estaban tratando de limitar a las monarquías.
En Santa Fe la suma del poder está recayendo en el poder Ejecutivo, o sea en el gobernador.
El jueves a las 10 de la mañana no había dictamen para tratar el proyecto en la legislatura. Llegó gente del Ejecutivo, apuró a los diputados de Unidos y el mismo día se votó en ambas cámaras la reforma judicial.
Si los legisladores tuvieran que organizar un asado no lo harían tan rápido.
“Pongan un cartel a la puerta de la Cámara que diga que somos la escribanía de Pullaro” atinó Granata. Tiene razón.
Una de las principales modificaciones tiene que ver con un límite de edad a los jueces para ejercer el cargo, 75 años. Debido a ese tope en diciembre se podrían renovar 4 jueces de los 5. Maximiliano Pullaro tiene oportunidades de influir en la Corte Suprema de Santa Fe.
El poder Ejecutivo propondrá 6 jueces. Luego el poder Legislativo los aprobará, ya que cuenta con la mayoría y parte del peronismo de Perotti que acompañó al oficialismo en la reforma.
Su precedente es la Cámara de Acusación Penal donde designaron a Haurigot y Pueyrredón a dedo a pesar de haber rendido mal los exámenes de ingreso. Ambos afines al Ejecutivo.
Montesquieu también argumentaba que “todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo”, por lo que era necesario que el poder se detuviera a sí mismo. Eso no está pasando en Santa Fe. No hay poder que frene al gobernador cuando se propone algo.
Como dijera (apócrifamente) el monarca Luis XIV en el Siglo 17: “El Estado soy yo”.