El martes 20 de octubre se abrieron las puertas en 56 establecimientos educativos en Santa Fe. Particularmente, llamó la atención que, en la Escuela N.º 6048 “Juana Manso” de la localidad de Golondrinas, Departamento Vera, recibieron a los niños con un cartel de bienvenida en el que se empleaba el mal llamado lenguaje inclusivo.

Actualmente, separar entre lenguaje sexista y lenguaje inclusivo o lenguaje no sexista se ha convertido en una moda promovida desde asociaciones civiles e instituciones gubernamentales, entendiendo que el lenguaje emplea expresiones que invisibilizan, subordinan o estereotipan a las mujeres, argumentando que la utilización del masculino genérico en el lenguaje excluye la presencia y experiencia de las mujeres.

Es así como se propone el desdoblar en masculino y femenino algunas palabras, como también el utilizar la “x”, “@” o “e”. Sin embargo, La Real Academia de la Lengua Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) se pronunciaron en contra de estas letras y símbolo como marca de género.

La gramática explica que el masculino gramatical no solamente se emplea para referirse a los individuos de sexo masculino, sino también para designar la clase, en otras palabras, a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos. Podemos ejemplificarlo con la siguiente expresión: “Los hombres prehistóricos vivía en cuevas…”; de la referencia no quedan excluidas las mujeres prehistóricas.

Es verdad que el lenguaje es una práctica social, es aprendido y suele ser modificado por las sociedades. Pero, siempre y cuando no deforme el idioma y no se proceda en contra de la estructura lingüística y gramatical de la lengua.

El uso del llamado “lenguaje inclusivo” que utiliza “x”, “@” o “e”, es decir, “todxs”, “tod@s” o “todes” es promocionado por algunas agrupaciones del colectivo LGTBIQ, a fin de que se empleen estas formas para referirse a aquellas personas que no se sienten identificadas como mujeres o como hombres o que no lo hacen siempre del mismo modo y que no quieren limitarse a un sistema binario que consideran constrictivo.

Del mismo modo, podemos advertir como el lenguaje inclusivo se vuelve excluyente, puesto que escribir con el símbolo “@” resulta excluyente para los que nunca tuvieron algún contacto con un teclado, y la “x” excluye igualmente a la oralidad.

El hecho es que escribir con “x” no pertenece al patrón fónico español, no hay sílabas con tres consonantes, o con “@”, que de hecho es un símbolo, va en contra de la pauta de la lengua española, sumado a la notaria imposibilidad de pronunciación de las palabras resultantes. En nuestra lengua, la “e” tampoco marca género.

Como lo afirmó el premio Nobel, Mario Vargas Llosa: "El llamado lenguaje inclusivo es una especie de aberración que no va a resolver el problema de la discriminación de la mujer”.

Tenemos que entender que la gramática es una serie de convenciones milenarias, sedimentadas en forma de reglas, y que el masculino no refleja sexo, refleja una convención. Como, por ejemplo, ante la pregunta: “¿cuántos trabajadores desarrollan su labor en esta empresa?”, se piensa en las personas que realizan un trabajo a cambio de un salario, independientemente de su sexo biológico. Y esto es así porque, si se pregunta “¿cuántas trabajadoras desarrollan su labor en esta empresa?”, quedan excluidos aquellos de sexo masculino; esta es la clara evidencia de que el masculino es no marcado y engloba a todos los individuos de la especie, sin distinción de sexos.

Sin ninguna duda, es un desconocimiento de la historia de la lengua decir que nuestra gramática se debe a un sistema patriarcal, como muchas veces se ha difundido, puesto que hay sociedades cuyas lenguas como propiedad característica no tienen género como, por ejemplo, el turco, el árabe o las lenguas amerindias en su mayoría. Sin embargo, cabe preguntarnos, ¿la sociedad en Turquía es igualitaria? Podríamos decir que, al menos, desde nuestro punto de vista, son sociedades profundamente desiguales para la mujer.

Con esto podemos afirmar que la gramática no es excluyente ni incluyente, no tiene sexo. Por ejemplo, una muestra de la arbitrariedad de la gramática es la palabra arte que en singular es el arte y en plural son las artes. El mundo está dividido biológicamente en hombres y mujeres; la gramática, no lo está, es una convención.

En conclusión, la gramática no resulta discriminatoria ni naturaliza la subordinación de la mujer en la sociedad, puesto que la gramática es un hecho arbitrario.

Este lenguaje que dice tener como objetivo darles visibilidad y respeto a las mujeres, en realidad es un mal uso de la lengua por motivos ideológicos o, quizá, por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española. Debemos tener claro que el respeto y la igualdad a las mujeres no se va a lograr si decimos presidente o presidenta, sino cuando la mujer, por ejemplo, tenga las mismas oportunidades de acceso escolar o a un puesto laboral, y que la remuneración sea igual o mejor, si es mejor.

Como sociedad debemos reflexionar acerca de una verdadera inclusión, que no atente contra la gramática, sino que sea inclusiva de otras como la lengua de señas, el sistema de lectura y escritura braille, para poder comunicarnos todos y con todos.


Prof. Ayelén V. Privitera