En los últimos meses hemos sido expuestos a nivel mundial a enfrentarnos a temores de todo tipo; algunos referidos a emociones basadas en la incertidumbre de las decisiones políticas; otros, respecto al devenir social y económico, por no mencionar los temores a los límites emocionales propios para sostenernos en semejante situación.

Lo cierto es que los seres humanos hemos sido diseñados para transitar nuestra vida en libertad. Sin embargo, ante éste momento histórico de inflexión, nos hemos encontrado encerrados entre cuatro paredes o, ¿encerrados entre temores a los gigantes que nos amenazan a diario?.

Esta especie de prisión domiciliaria, ha introducido a familias enteras a un mundo de temores antes desconocidos. Temor a enfermar al abuelo y ser “culpable” de su muerte”, temor a sufrir, temor a no superar la enfermedad, temor a ver desvanecerse por completo la economía familiar, temor a abrazar, temor a compartir.

Si bien es respetable que se haya tenido que cumplir un aislamiento social de carácter obligatorio, el problema es que nuestra alma y espíritu, se han aislado de aquello que los enriquece y a través de ciertas experiencias que condicionan nuestra libertad, nos hemos introducido en “prisiones” de manera casi inadvertida. Lo que hay que advertir es que, entregamos nuestra libertad para elegir modos de esclavitud que nos dominen. Así, nos convertimos en esclavos del temor, la ansiedad, la amargura, la tristeza, la depresión y otras emociones negativas que funcionan como “grilletes” que nos impiden avanzar. Figurativamente, sería como si nuestra alma y espíritu quedaran atrapados o inmovilizados.

La situación que nos ha introducido en esas cárceles emocionales nos sitúa, a renglón seguido, en valles de desolación y desesperación donde los gritos de auxilio son silenciados con sonido mudo de una sociedad indiferente. En este momento “bisagra” la  toma de decisiones a nivel personal, será trascendental. Sobretodo partiendo de la base que la mayoría de esos gigantes a los cuales les tenemos temor, ni siquiera existen!. De acuerdo a la actitud y decisiones que se tomen, se tornará más despejado el cielo gris hasta llegar al día radiante.

¿Cuáles son consideradas “buenas decisiones”?

El ser humano es tripartita, es decir que posee cuerpo, alma y espíritu. Si bien los intelectuales han puesto en tela de juicio esta constitución del ser; la realidad del ser humano distancia cada vez más la idea de un ser humano sólo corpóreo; por lo tanto, debemos cuidar y alimentar cada parte que nos completa como tales.

Avanzar en la vida es entre otras cosas “crecer”. El crecimiento corpóreo se da naturalmente por recibir alimentación. Si una persona nutre su cuerpo, crece fuerte y sano. Evidentemente, si para crecer se precisa alimentarse a nivel biológico, a nivel alma y espíritu, sucede exactamente lo mismo.

¿Cómo se alimentan las emociones?, ¿Cómo se alimenta el espíritu?

Algunos profesionales de la salud, a modo de chiste expresan que el “cerebro” es un órgano “bobo”; es decir, que se cree todo lo que le dicen. Si el cerebro entiende a través de las palabras que “todo va a estar bien”, se lo cree y lo dicho es hecho. La importancia de lo que decimos (pensamos) es fundamental para un desarrollo sano de las emociones. Pensar positivamente no es caer en la inocencia un optimismo infantil, es generar la disposición a nivel cerebral para favorecer lo que nos acontecerá. La realidad, entonces es una construcción. Los pensamientos que surjan deben ser cuidadosamente supervisados para no caer en las trampas del pesimismo destructivo.

El espíritu también se alimenta para crecer.

¿De qué se alimenta el espíritu para ser fortalecido?. Los seres humanos no fueron creados  para hacer “lo malo”, eligieron a posteriori “hacer lo malo”, pero en el plan original fueron diseñados para lo bueno. Cuando surgen situaciones conflictivas que atentan contra la integridad de los semejantes, los hombres y mujeres quieren ayudar, mostrando solidaridad, comprensión, sensibilidad. En tragedias ocurridas en el mundo, siempre se ve al ser humano luchando para ayudar a su semejante. Ese es el sentimiento original, el AMOR al prójimo. Sin embargo, muchos hombres y mujeres se corrompen y buscan hacer lo malo al prójimo, pues bien; corrompiéndose no alimentan su espíritu, lo desnutren, destruyen y lastiman. Buscar lo bueno, es alimentar el espíritu.

Aceptar el desafío de ser libres cada día se logra con actitud firme que hace que desaparezcan esos gigantes inexistentes que quieren anidarse en nuestras mentes. Este es un buen día para comenzar.

Lorena Leiva

Prof. en Ciencias de la Educación