Un tiroteo conmocionó este lunes al centro de Manhattan cuando un joven armado, identificado como Shane Tamura, irrumpió con un rifle de asalto en la torre de oficinas ubicada en el 345 de Park Avenue. Su objetivo era atacar las oficinas de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL), pero por error ingresó a otra empresa ubicada en el mismo edificio, donde asesinó al menos a cuatro personas antes de suicidarse.

Según informaron fuentes policiales, Tamura —residente de Las Vegas y exempleado de seguridad en un casino— tenía fijaciones con la NFL. En el lugar se hallaron notas donde explicaba que padecía encefalopatía traumática crónica, un deterioro cerebral atribuido a golpes recibidos durante su breve carrera como jugador de fútbol americano. Afirmaba que la liga no se hacía cargo de ese tipo de lesiones.

El atacante se equivocó de ascensor y terminó en la planta 33, sede de Rudin Management, donde disparó contra los presentes y mató a un policía en el vestíbulo. Luego, subió a la oficina y se suicidó.

La escena fue caótica: empleados de empresas como Blackstone Inc. y KPMG, que también operan en la torre, se refugiaron como pudieron. Algunos se escondieron en despensas, otros armaron barricadas improvisadas con muebles de oficina. Uno de los fallecidos era parte del staff de Blackstone, firma que confirmó el cierre de sus oficinas al menos hasta el martes.

Tamura había recorrido el país en auto antes de llegar a Nueva York. Tenía permiso legal para portar armas en Nevada, donde residía. El caso reabre el debate sobre la salud mental, el control de armas y la responsabilidad de las organizaciones deportivas sobre las secuelas que dejan sus prácticas.